Hay veces que no somos conscientes de que el partido comienza mucho antes de que el árbitro lance el balón al aire. Un equipo, sea de la categoría que sea, tendrá la seriedad que el entrenador, los jugadores y, en muchos casos, los padres le quieran dar. ¿Y cómo se le puede dar esa seriedad? Lo único que tenemos que seguir son unas pautas básicas y fáciles de aplicar para conseguirlo.
En primer lugar, la puntualidad. Hay entrenadores más benevolentes con este tema, pero, a mí, me parece fundamental. Quizá, los entrenadores más tolerantes son aquellos a los que les cuesta llegar a la hora. Por lo tanto, no podemos exigir puntualidad a nuestros jugadores si nosotros somos los primeros que llegamos tarde. Aquí, los padres tienen un papel esencial, ya que, en categorías de formación, son los encargados de llevar a sus hijos a los partidos. No entro a valorar si lo mejor es quedar treinta minutos, cuarenta y cinco o una hora antes, sólo que se llegue a la hora fijada.
En caso de que alguien llegue tarde, es conveniente tener establecidas una serie de sanciones que, lógicamente, los jugadores tienen que conocer con antelación y, sobre todo, que se apliquen. No sirve de nada que no se cumplan, ya que los jugadores verán que da igual llegar a la hora o no porque no tiene consecuencias. Cuántas veces vemos equipos en los que van llegando jugadores con cuentagotas incluso con el partido empezado. Si no hay justificación, eso da muy mala imagen.
Otro aspecto a tratar es el de la uniformidad. Hay que tratar de que todos los jugadores lleven la camiseta y el pantalón de juego del equipo. Si defendemos los colores de un colegio o club no queda muy bien que llevemos otra equipación. Tampoco estaría de más que, para realizar el calentamiento, los jugadores lleven la misma sudadera o camiseta, pero esto, a veces, no es posible, aunque sí se puede plantear a principio de temporada.
Por último, y no menos importante, la responsabilidad que los jugadores tienen que tener a la hora de afrontar un partido. Y con esto, me refiero a ser consciente de a qué hora se juega, ya que no es lo mismo que el partido sea a las nueve de la mañana o a las siete de la tarde. Si es a primera hora de la mañana, no hay que ir ni recién desayunado ni tampoco sin haber ingerido nada. Hay que acostumbrar a nuestros jugadores desde bien pequeños a que cuiden su alimentación y que sean conscientes de que es muy importante comer algo antes de hacer un esfuerzo, respetando los tiempos para hacer la digestión.
Es cierto que estos factores no hacen ganar partidos ni que nuestros jugadores jueguen mejor, pero dotan al equipo de una imagen y una seriedad que sirven para cimentar una base sobre la que empezar a construir nuestros objetivos.
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete comunicación JGBasket